El pasado 10 de agosto, mientras gran parte de México vivía un domingo tranquilo, Sinaloa enfrentaba su día más violento del año: se registraron 17 homicidios, uno cada 85 minutos. La cifra colocó al estado como el más letal del país en esa jornada, de acuerdo con datos oficiales.

Este repunte de violencia no es un hecho aislado. Desde la captura de Ismael “El Mayo” Zambada el 25 de julio de 2024 en El Paso, Texas, los homicidios en Sinaloa han aumentado más del 400 %, según un análisis de datos públicos realizado por CNN. Zambada, considerado uno de los históricos líderes del Cártel de Sinaloa, fue arrestado en circunstancias que, según él, fueron un engaño orquestado por Joaquín Guzmán López, hijo de “El Chapo”.

En una carta difundida por su abogado, “El Mayo” asegura que fue citado bajo pretextos falsos a una supuesta reunión de negocios y luego entregado a las autoridades estadounidenses. Guzmán López negó estas acusaciones a través de su defensa. Ambos se enfrentan a cargos en la Corte del Distrito Este de Nueva York y se han declarado inocentes.

Desde la captura, el estado ha sido escenario de una guerra interna entre las facciones del Cártel de Sinaloa: los “Mayitos”, leales a Zambada, y los “Chapitos”, seguidores de “El Chapo”. Según la investigadora Victoria Dittmar, de InSight Crime, los enfrentamientos se han intensificado a un nivel no visto en años, con Culiacán como epicentro del conflicto.

El aumento de la violencia ha forzado medidas extremas. El gobernador Rubén Rocha Moya suspendió las clases en todo el estado el 12 y 13 de septiembre y canceló los festejos del Grito de Independencia en ciudades clave, incluida Culiacán.

Organizaciones como ACLED y la Fiscalía local han reportado cifras divergentes sobre el número de víctimas, lo que refuerza las sospechas de subregistro. Incluso funcionarios estadounidenses, según fuentes cercanas, dudan de la veracidad de los datos oficiales mexicanos.

El conflicto no solo ha cobrado vidas, también ha alterado la vida cotidiana: negocios cerrados, calles vacías y comunidades enteras viviendo bajo miedo constante. Para los habitantes de Sinaloa, la guerra entre cárteles no es un titular, sino una amenaza diaria.